PRÉDICA ¿Cómo sanar las heridas tu vida?
La vida del creyente a menudo está marcada por heridas internas que no se ven. Estas heridas obligan a muchos a vivir en la hipocresía, fingiendo una sonrisa falsa, trabajando con un corazón agotado o sirviendo con una fe desgastada. El alma puede llorar a diario mientras se pretende que todo está bien, incluso en el matrimonio o en el servicio.
Sin embargo, Jesús nos reveló que Su misión principal es atender a este dolor oculto. Él fue ungido y empoderado por el Espíritu Santo para “sanar a los quebrantados de corazón”. Jesús no vino por los sanos, sino por los enfermos.
El Peligro de la Hipocresía: Por Qué No Hay Sanidad
Muchas personas viven sin sanamiento porque su orgullo de lo que la gente va a decir es más importante que admitir que están quebrantados o que necesitan la gracia de Dios.
- El Miedo al Juicio: A menudo pensamos que Dios nos juzga como los hombres o los religiosos nos juzgan, pero eso es lo más lejos de la verdad. Jesús no vino a condenar, sino a salvar.
- La Esclavitud de la Imagen Falsa: El creyente trabaja incansablemente para mantener una imagen falsa y una apariencia de fortaleza, invirtiendo mucha energía en la hipocresía. Si ese mismo esfuerzo se dedicara a arrodillarse y abrir la Palabra, se alcanzaría la sanidad.
- El Peso de la Carga: La falta de sanidad se traduce en un peso constante. Algunos cambian de ciudad, trabajo o pareja, pero no sanan porque siguen cargando una maleta con piedras por dentro. Jesús no vino a enseñar a cargar la carga mejor, sino a pedirnos que la entreguemos a Él.
El Sacrificio que Dios Demanda: Humildad y Transparencia
Dios requiere un espacio de quebrantamiento en Su presencia. La Biblia es clara: Dios se resiste a los soberbios.
1. El Quebrantamiento como Puerta de Acceso
La hipocresía es el sacrificio que Dios no quiere. El Salmo 51:17 declara que los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado. Este quebrantamiento es la puerta por donde Dios comienza a trabajar en la vida del creyente.
- Dios Visita la Herida: Jesús no evita lo roto, lo redime; no busca la apariencia, busca la humildad y la herida.
- La Transformación en Ruinas: Dios no construye sobre la perfección, sino sobre las ruinas. Para edificar algo nuevo, primero debe derrumbarse el edificio antiguo. Cristo quiere ser la piedra angular de esa nueva edificación.
- Aceptar la Debilidad: Dios no se gloría en tu fortaleza, sino en tu debilidad. Si el creyente se considera un “ciudadano de segunda clase” por tener heridas, debe recordar que Jesús vino a sanar precisamente a los quebrantados.
2. Confesión y Apertura (El Silvo Apacible)
Para que el Espíritu de Dios entre, el creyente debe confesar y desahogar el dolor, incluso la amargura. El pastor comparte que, en un momento de amargura, lloró una “oración de desesperación” y, aunque no escuchó una voz audible, sintió un silvo apacible que le atravesó el alma.
Dios habita en la altura y santidad, pero también con el quebrantado y humilde. Donde hay orgullo, no hay espacio para que Dios habite o trabaje.
El Modelo de Jesús: Visitando el Dolor y Redimiendo la Vergüenza
Jesús demostró Su deseo de sanar al acercarse y tocar lo que la sociedad y la religión evitaban.
- El Leproso: En Marcos 1, un leproso, a quien todos debían evitar gritando “sucio, sucio,” se acercó a Jesús y le dijo: “Si quieres, puedes limpiarnos.” Jesús tocó al que todos evitaban. Jesús no está esperando que el creyente “mejore” para tocarle, sino que se rinda tal y como viene.
- La Mujer Adúltera: La mujer encontrada en el acto de adulterio fue arrastrada y expuesta. Jesús no la condenó, sino que con Su dedo en el polvo pudo haber revelado los pecados ocultos de sus acusadores, haciendo que se fueran uno por uno. Finalmente, le dijo: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.
Jesús no vino a repetir la vergüenza del creyente, sino a romperla, ni a recordarle el pasado, sino a redimir el futuro.