Las lecciones del amor
El mensaje “Las lecciones del amor”, impartido por el Dr. Charles Stanley de Ministerios En Contacto, explora la naturaleza esencial y sublime del amor, destacándolo como la emoción más grandiosa y preeminente que una persona puede experimentar. De acuerdo con el Dr. Stanley, la vida sin aprender a amar a Dios y a los demás pierde su sentido principal.
El núcleo de esta enseñanza se encuentra en 1 Corintios, capítulo 13, un pasaje que el apóstol Pablo escribió, que se ha convertido en el más incomparable tratado que existe sobre el amor. A diferencia de las concepciones superficiales y vacías del amor influenciadas por el mundo, como Hollywood, que suelen ser condicionales, el amor que describe Pablo es profundo y se centra en la acción.
1. La Preeminencia del Amor en la Vida Cristiana
El amor es la emoción más importante, superior incluso al miedo y a la fe. Pablo enfatizó que el amor es preeminente sobre todo.
El Dr. Stanley cita a 1 Corintios 13 para demostrar que el amor supera los logros más impresionantes y las virtudes espirituales:
- Capacidad de Comunicación: Hablar “lenguas humanas y angélicas” sin amor resulta tan inútil como “metal que resuena, o címbalo que retiñe”.
- Conocimiento Espiritual y Fe: Poseer el don de profecía, entender todos los misterios, tener toda ciencia o incluso la fe capaz de “trasladar los montes,” no significa nada si falta el amor.
- Generosidad y Sacrificio Máximo: Repartir todos los bienes para alimentar a los pobres, o incluso entregar el cuerpo para ser quemado, “de nada me sirve” si no tengo amor.
De todas las virtudes, el amor es la única emoción que permanece. Cuando los creyentes lleguen al cielo, ya no necesitarán la esperanza (porque todo estará completo) ni la fe (porque todo habrá acabado), pero el amor irá con nosotros.
2. Lección 1: Amar a Dios y al Prójimo: El Sentido de la Vida
Vivir la vida sin aprender a amar a Dios y amar a otros es perder la primera razón de vivir. Esta enseñanza resuena con el mayor mandamiento que Cristo destacó en Mateo 22:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
El mandamiento más importante trata tanto de nuestra relación con el Padre como de nuestra relación con los demás.
Cuando el amor es ágape (el amor profundo del que habla Stanley), es un compromiso genuino con el otro:
- Se compromete con la felicidad, seguridad y bienestar de la otra persona.
- Se compromete a edificar a la persona para que alcance las metas y características piadosas que Dios desea para su vida.
- Es sacrificial, noble y servicial.
Aunque no vamos a amar a todos por igual, y habrá grados de afecto (como el amor fileo, o fraternal, y el amor ágape, que es sin egoísmo), el amor debe ser entregarse generosamente a ellos y desear servirles.
3. Lección 2: Dios, la Fuente del Amor Genuino (Amor Ágape)
La segunda lección crucial es que el amor genuino fluye de Dios quien habita en nosotros. Cualquier otra forma de amor es imperfecta y fluye de nuestra propia experiencia carnal o personalidad. El amor verdadero, perfecto y divino, solo proviene de Dios.
Dios sabía que los humanos éramos “incapaces de amar” genuinamente a Él o a los demás como Él quería. Por esta razón, cuando el Señor Jesucristo entra en la vida de un creyente, Él se establece como la fuente de ese amor.
El Espíritu Santo (el Consolador) mora en cada creyente. La obra del Espíritu es esencial para permitirnos convertirnos en lo que Dios quiere y alcanzar Sus metas. El ministerio del Espíritu Santo es, específicamente, enseñarnos a permitirle a Él expresar ese amor divino y piadoso hacia el Padre y hacia los demás.
No es un amor que debemos “extraer” por esfuerzo propio; es la obra y el fluir del Espíritu.
La Manifestación del Amor (Fruto del Espíritu)
Gálatas 5 describe que el “fruto del Espíritu es amor”. Stanley explica que el amor es el concepto central a partir del cual se manifiestan las demás virtudes. Las manifestaciones del amor genuino incluyen:
- Gozo: Amor que disfruta.
- Paz: Amor que descansa.
- Paciencia: Amor que espera.
- Benignidad/Bondad: Amor que reacciona y elige.
- Fe: Amor que cumple su palabra.
- Mansedumbre: Amor que puede empatizar.
- Templanza: Amor que resiste la tentación.
El creyente debe ser como el pámpano que permanece en la vid (Cristo). Las “uvas” del amor no son producidas por el pámpano, sino por la savia (el Espíritu de Dios) que corre por él.
4. Lección 3: La Vida sin Amor es Vacía y Sin Sentido
Por muy talentoso, fuerte o poderoso que uno sea, y sin importar lo que esté dispuesto a sacrificar en la vida, la vida sin amor es vacía, sin sentido, sin valor y es inútil.
Dios siempre le da un alto valor al amor. Cuando genuinamente amamos a alguien, es cuando actuamos más como Dios. Si vemos la vida de Cristo, Él amaba incondicionalmente, incluso en la cruz al perdonar a quienes lo crucificaban.
El amor que fluye del Espíritu nos permite amar a otros incluso cuando nos maltratan o cuando nuestra personalidad está en conflicto con la de ellos. Este amor debe ser: perdonar, olvidar, brindar ayuda, edificar y alentar.
Cuando un individuo deposita su fe en Cristo como su Salvador y recibe el perdón de sus pecados, el Espíritu Santo entra a morar y comienza a enseñarle a amar a Dios y a los demás. Solo entonces se puede experimentar un amor incondicional que busca la seguridad, la felicidad y el bienestar del otro, un tipo de amor que es absolutamente sin igual. Si la respuesta a la adversidad es siempre el amor, uno permanece libre de ser encarcelado por la amargura o el resentimiento.
Analogía para Solidificar la Comprensión: El amor genuino que proviene de Dios es como un manantial artesiano. No es un pozo que debe excavarse con esfuerzo constante (nuestra propia carne), sino una fuente que brota desde lo profundo del corazón, alimentada por una reserva inagotable (el Espíritu Santo que mora dentro). Solo necesitamos confiar en la Fuente y permitir que el flujo se libere.