“¡Estamos Ante el MAYOR PELIGRO de Nuestra Historia!”
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¿Puede una generación entera ser engañada? ¿Puede la Iglesia del Dios viviente perder el rumbo tan completamente que ya no reconozca la verdad cuando la tiene frente a sus ojos? Hermanos, no estamos hablando de posibilidades teóricas. Estamos viviendo el cumplimiento de las advertencias más solemnes de la escritura.
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Pablo escribió a Timoteo palabras que hoy resuenan con fuerza profética. Vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias. Ese tiempo ha llegado. La apostasía no es una amenaza futura, es una realidad presente.
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Y la gente morirá, morirá eternamente, no por falta de religión, sino precisamente por abrazar una religión falsa que promete vida, pero entrega muerte. Este no es un mensaje de alarma injustificada. Es un llamado urgente a despertar del sueño espiritual antes de que sea demasiado tarde. La escritura es cristalina en su diagnóstico del peligro que enfrentamos.
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Cuando Jesús advirtió en Mateo 24:11 que muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos, no estaba describiendo un escenario marginal que afectaría solo a los ingenuos o débiles en la fe. Estaba señalando una crisis que permearía la totalidad del cristianismo profeso. La palabra muchos aparece repetidamente en ese discurso apocalíptico de nuestro Señor y no es casual.
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Muchos serán engañados, muchos tropezarán, muchos se entregarán unos a otros. El peligro no es periférico, es masivo, generalizado y catastrófico en sus proporciones. Permítanme ser absolutamente claro sobre lo que esto significa. No estamos hablando de diferencias menores en interpretación teológica o de variaciones legítimas en la práctica eclesial.
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Estamos hablando de un engaño tan profundo y sistemático que distorsiona la naturaleza misma del evangelio, la persona de Cristo y el carácter de Dios. Estamos hablando de un peligro que no viene principalmente desde fuera de la iglesia, sino desde dentro. Los falsos maestros no se presentan con cuernos y tridente.
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Vienen vestidos de ovejas, hablan el lenguaje de la piedad, citan la escritura y reclaman autoridad espiritual. Y precisamente por eso son tan mortalmente efectivos. El apóstol Pedro en su segunda epístola dedica un capítulo entero a este tema crucial. Leemos en Segundas de Pedro 213.
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Hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán encubiertamente herejías destructoras y aún negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas.
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Observen la progresión devastadora que Pedro describe. Primero, estos falsos maestros introducen herejías, pero lo hacen encubiertamente, no con declaraciones abiertas y escandalosas, sino con sutileza, con medias verdades, con distorsiones graduales que se infiltran en la enseñanza como veneno en el torrente sanguíneo. Segundo, estas herejías son destructoras.
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No son simples errores académicos que podemos debatir en seminarios teológicos. Son doctrinas que destruyen almas, que desvían a las personas del camino de salvación, que ofrecen una falsa esperanza que terminará en desesperación eterna. Tercero, muchos seguirán sus disoluciones. La efectividad del engaño no se mide por su verdad, sino por su popularidad.