HABLA CON DIOS ASÍ Y RECIBE SU RESPUESTA HOY MISMO – BRUCE LIPTON

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HABLA CON DIOS ASÍ Y RECIBE SU RESPUESTA HOY MISMO

Durante años, la idea de hablar con Dios o acceder a la Fuente se ha asociado con el sufrimiento, los rituales complejos y la purificación, un privilegio reservado solo para monjes o santos. Sin embargo, la ciencia moderna, el campo cuántico y la biología celular han demostrado que esta creencia está completamente distorsionada. Dios no es una entidad distante o un juez inalcanzable. En realidad, Dios es un campo de conciencia pura que responde exactamente a nuestra vibración.

La verdad liberadora que el Dr. Bruce Lipton ha descubierto es que la conversación con lo divino no ocurre fuera de nosotros, sino en silencio, coherencia y sentimiento. La separación de lo divino es una ilusoria desconexión, un programa arraigado en el subconsciente colectivo. Estamos inmersos en Dios todo el tiempo, como un pez en el agua. Por lo tanto, no necesitamos gritar ni suplicar, solo necesitamos recordar nuestra verdadera esencia.

La clave no es aprender a hablar con Dios, sino desaprender lo que nos enseñaron sobre esta conversación. La oración se convierte en sintonía, la petición en gratitud y la espera en presencia.

El Corazón: El Traductor del Lenguaje Divino (H2)

La ciencia consideró al corazón como una simple bomba, pero estudios sobre la coherencia cardíaca y el bioelectromagnetismo han revelado que el corazón es esencial para la comunicación divina. El corazón emite un campo electromagnético hasta 60 veces más intenso que el del cerebro y tiene el poder de influir no solo en nuestro cuerpo sino también en el entorno circundante. Este campo es el lenguaje energético en el que Dios responde.

El corazón piensa, siente, memoriza y, sobre todo, percibe antes que la mente racional. Cuando se alcanza un estado de profunda gratitud o compasión genuina, la frecuencia interna cambia. Esto se llama coherencia, una sincronía perfecta entre el corazón, el cerebro y el sistema nervioso.

  • El Canal de la Respuesta: Es en este estado de coherencia donde la comunicación con lo divino se vuelve clara, fluida y casi inevitable.
  • La Frecuencia del Amor: Dios responde en la frecuencia del amor. Si estamos sintonizados con el miedo, la prisa o la culpa, simplemente no capta la señal. Es como intentar escuchar una canción hermosa sintonizando la emisora equivocada.

Vivir en el corazón requiere práctica y valentía, ya que implica desconfiar de la racionalización excesiva que el mundo nos ha enseñado.

El Cerebro como Antena: La Importancia de la Reprogramación (H2)

El cerebro funciona mucho más como una antena receptora que como un simple procesador. Capta frecuencias del entorno, del campo o de lo que muchos llaman el espíritu. Sin embargo, esta captura depende directamente de la programación que llevamos en nuestro subconsciente.

El 90% de lo que pensamos, sentimos y hacemos está regido por programas automáticos no elegidos, instalados entre el útero y los 7 años. Esto significa que a menudo pedimos una respuesta divina con los labios, pero el subconsciente ya tiene una respuesta contraria que se presenta como verdad.

  • El Bloqueo de la Señal: Si el software interno está contaminado con miedo, escasez o indignidad, la señal divina no se transmite con claridad. El cerebro simplemente amplifica lo que es más fuerte en el sistema.
  • Epigenética y Creencias: La epigenética confirma que no estamos influenciados por los genes, sino por nuestras percepciones del entorno. Nuestras creencias inconscientes moldean la forma en que accedemos a lo divino. Si la creencia es que Dios es punitivo o distante, el campo responderá a esa vibración.
  • Ingeniería Espiritual: El diálogo con Dios se distorsiona por capas de culpa y vergüenza. La única forma de eliminar esta interferencia es mediante la reprogramación. Esto requiere meditación, hipnosis, afirmaciones conscientes y prácticas de presencia. La epigenética demuestra que cambiar nuestra programación cambia cómo escuchamos a Dios.

El Campo Cuántico: El Hogar de la Conciencia (H2)

El campo cuántico no es una teoría elegante, sino un océano de posibilidades donde todo está interconectado por una inteligencia invisible. Este campo es donde Dios habita, no como una figura, sino como una presencia consciente disponible en todo momento.

  • La Realidad Moldeada por la Percepción: La física cuántica establece que las partículas subatómicas existen en potencialidad hasta que una conciencia las observa. Esto significa que nuestra intención influye en el tejido de la realidad.
  • Coherencia y Claridad: El campo no responde a lo que decimos, sino a lo que emanamos, y esta emanación proviene de la coherencia entre lo que pensamos, sentimos y creemos. La claridad de intención es lo que comienza a organizar las partículas en una respuesta.
  • Esperar con Presencia: La respuesta llega, a menudo, no de la forma que imaginamos, sino exactamente como necesitamos. El campo cumple, pero opera en la coherencia, no en el caos.

El Lenguaje Secreto: El Sentimiento y el Silencio (H2)

Si el campo cuántico es la tierra fértil, el sentimiento es la semilla y el verdadero código de la creación. El universo responde a lo que sientes con el cuerpo, incluso antes de que abras la boca.

  • Las Emociones no Mienten: Las palabras pueden mentir, las emociones no. El campo no responde a la desesperación, sino que la refleja. No tiene sentido pedir luz si se lleva oscuridad en el interior.
  • El Creador Interior: Puedes sentir paz incluso en el caos y gratitud incluso cuando no hay una razón aparente. Cuando haces esto, le indicas al campo que la realidad deseada ya es real dentro de ti, y el campo responde con la reflexión.

El Silencio como Condición de Recepción (H3)

La mente moderna está intoxicada por el ruido, la urgencia y los estímulos. En este escenario, no hay espacio para que lo divino se manifieste.

  • Presencia Absoluta: El silencio no es la ausencia de Dios, es Su presencia absoluta. Dios habla en los intervalos entre los pensamientos.
  • Quietud Interior: El silencio es una condición básica de recepción; sin un mínimo de quietud interior, no hay conexión con lo sagrado. El silencio inteligente no es la ausencia de sonido, sino la ausencia de ruido interior.

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