Haz esto y él regresará arrastrándose hacia ti
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¿Te has preguntado si aún hay una forma de que él regrese a ti, incluso después de haberte dejado? En medio del dolor del abandono, hay una verdad que el mundo ignora, pero que la palabra de Dios revela con claridad. Proverbios 21:1 dice, “El corazón del rey está en la mano del Señor, como los ríos de agua, él lo dirige a donde quiere.
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” Esta escritura no solo nos muestra el poder de Dios sobre las decisiones humanas, sino que nos asegura que incluso el corazón más endurecido puede ser movido si Dios lo permite. Hoy veremos como ciertos actos espirituales pueden tocar lo más profundo de su alma y abrir las puertas a una reconciliación inesperada. Te mostraremos cómo alinearte con la voluntad de Dios para que si es su propósito, esa persona regrese no con orgullo, sino con humildad.
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¿Estás listo para entender lo que Dios tiene reservado para ti? ¿Alguna vez te has detenido a pensar que antes de intentar recuperar lo que perdiste, tal vez Dios esté tratando de recuperarte a ti. Muchas veces cuando una relación termina, lo primero que buscamos es una forma de revertir el dolor, de entender que salió mal, de restaurar lo que fue.
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Pero detrás de esa urgencia hay una verdad espiritual más profunda, una que muchos ignoran porque duele demasiado enfrentarla. No es él quien necesita volver primero. Eres tú quien necesita regresar, no a sus brazos, no a los recuerdos, sino a tu primer amor, al único que puede restaurar lo que el alma ha perdido y transformar lo que parece terminado.
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En Apocalipsis 245 leemos, “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete y haz las primeras obras. Estas palabras no fueron dirigidas a alguien alejado del mundo, sino a personas que aún pensaban estar en la fe, pero que habían olvidado el fuego con el que comenzaron.
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Y cuando el fuego se apaga, incluso los vínculos más profundos se enfrían. Él no se fue de la noche a la mañana. Su alejamiento comenzó mucho antes de que sus palabras se volvieran distantes. Y si miras con honestidad, tal vez tú también comenzaste a irte, no con los pies, pero sí con el alma.
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El amor dejó de ser oración, el compromiso dejó de ser entrega, y lo que antes te conectaba a lo divino se volvió rutina o ausencia. Pero Dios no te dejó, nunca lo hace. Aunque todos te abandonen, él permanece. Y es desde ese punto donde todo debe volver a comenzar, no con estrategias para hacer que él regrese, sino con una rendición sincera que permita que tú regreses a quien te sostiene aún cuando no lo ves.
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Muchos intentan llenar el vacío con llamadas, con publicaciones que provocan celos, con oraciones que no son más que lamentos envueltos en ego. Pero el cielo no responde a la manipulación. responde al quebranto. Un corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás, dice el Salmo 51:17. Esa es la puerta de retorno.
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Porque cuando vuelves a Dios, desde lo más hondo de tu dolor, algo se comienza a reordenar, aunque en la superficie todo siga igual. Y es en ese momento cuando ya no estás buscando respuestas en las redes sociales o en los consejos de amigos heridos.
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que el cielo comienza a hablar, no con un estruendo, sino con esa paz extraña que sobrepasa todo entendimiento, como lo dice Filipenses 4:7. Esa paz que no se justifica por lo que estás viviendo, pero que te confirma que no estás sola, que hay propósito, que el proceso tiene dirección. Es necesario volver a ese lugar donde orabas no por necesidad, sino por amor, donde no pedías que él regresara, sino que tú permanecieras, donde las lágrimas en el suelo eran más reales que los discursos de autoestima que nos sanan.